Acostumbrados a la apariencia colorista de las construcciones de Lego (incluso en las más ambiciosas y profesionales), los modelos de Arndt Schlaudraff se distancian del espíritu desenfadado del juego de construcción. Inspirados en edificios reales o reproducidos con la mayor exactitud posible, son un canto de amor a la arquitectura brutalista, que de los años cincuenta a los setenta se identificó por el generoso uso del hormigón crudo.
El artista alemán sólo trabaja con piezas blancas y transparentes, obedeciendo a la naturaleza fría y limpia de los edificios que versiona. Desvela que su mejor herramienta es la caja de Lego Architecture Studio, de 1210 piezas inmaculadas y clasificada para un público de 16 años en adelante. Diseñado para —en palabras de la compañía— “liberar a tu arquitecto interior”, el set cuenta con un libreto con trucos y técnicas para crear las construcciones y está avalado por despachos como el neoyorquino Rex Architecture P.C o el japonés Sou Fujimoto Architects.
Le Corbusier, Giuseppe Perugini, Sheppard Robson, Herzog & de Meuron o Louis Kahn ya han sido versionados o han servido de inspiración para el autor, que fotografía las obras y publica las imágenes en Instagram. No se puede permitir el lujo de conservarlas, debe deshacerlas para disponer de las piezas. Las fotos se convierten entonces en la única prueba de que han existido.
A menudo se tacha al brutalismo de intimidante y deshumanizado, pero cumplió su función en ciudades como Londres o Berlín tras la II Guerra Mundial, necesitadas de viviendas y edificios gubernamentales baratos, aunque también atrajo proyectos de alto presupuesto. Primeras figuras como Le Corbusier popularizaron la estética áspera, pero escultórica y modular de un estilo funcional que influyó tanto en ciudades del bloque capitalista como del comunista: el estilo fue definitivo en el planteamiento austero de las utopías socialistas de la República Democrática Alemana, Checoslovaquia, Polonia y la propia Unión Soviética.
El artista comenzó a unir los bloques de Lego con la torpeza de quien lleva sin practicar desde la infancia. Comenzó a reproducir edificios reales cuando visitó los ediciones de la Bauhaus en Dessau, la ciudad en la que nació la escuela de diseño alemana.
Aunque le fascina la versatilidad del set de arquitectura, reconoce límites, sobre todo en obras con abundancia de curvas y esquinas redondeadas, típicas de arquitectos como Zaha Hadid o Jürgen Mayer. Schlaudraff no se desanima porque no se toma tan en serio la tarea, no ha pensado en hacer negocio del hobby y le basta con sentirse halagado por despertar interés entre seguidores, curiosos y amantes de la arquitectura.
Fuente: 20minutos.es