Los primeros registros de un deporte realizado en la nieve datan del 8000 a.C., pero su historia moderna tiene algo más de un siglo: cuentan los que saben que fue un teniente noruego el que, al experimentar un salto de 9.5 metros con caída libre por el aire, dio origen al salto de esquí. Desde 1892, Holmenkollen es uno de los centros de nieve más concurridos de mundo: a tan solo 20 minutos de Oslo, fue elegido como escenario para emblemáticas competencias internacionales, incluidos los Juegos Olímpicos de Inverno de 1952. Sin embargo, por ser una de las más pequeñas rampas del mundo y no cumplir con los estándares requeridos por la Federación Internacional de Esquí para alojar al Campeonato Mundial de Esquí Nórdico, en 2005 fue aprobada su demolición.
Caída libre
De los 103 proyectos presentados al concurso internacional para licitar el diseño y la construcción de la nueva rampa, la Municipalidad de Oslo eligió la del estudio de arquitectura JDSA, que también incluyó un estadio lateral, lounge para esquiadores y tienda de souvenires. La rampa en forma de serpentina está conformada por dos cerchas metálicas que alcanzan los 58 metros de altura con un voladizo en proyección horizontal de 69 metros.
Holmenkollen fue declarado como uno de los 10 mejores destinos del mundo por la guía Lonely Planet.
Su estructura, de 1200 toneladas, posee dos puntos de apoyos: uno sobre el nivel del suelo hacia el final de la rampa y otro en la parte media, sobre un montículo del terreno. Los laterales fueron revestidos con paneles de malla de acero inoxidable y vidrio, protegiendo tanto a la rampa como a los deportistas de los fuertes vientos. La plataforma de salto fue realizada en acero y las gradas en acero y hormigón.
Paseo de invierno
Parte del encanto del proyecto estuvo dado por la integración de las distintas funciones y públicos participantes en competencias dentro de la misma estructura contenedora: «En lugar de tener una serie de pabellones dispersos, nuestro diseño unifica los servicios dentro de un esquema holístico”, explicaron desde el estudio. De ese modo, tanto la cabinas de los jueces y comentaristas, las ubicaciones para entrenadores, la familia real y los espectadores, los vestidores y salón para esquiadores, la tienda, el acceso al museo y el mirador público están implicados en la misma forma del salto. La superficie construida resultó en 32.000 m2.
Desde la parte más alta de la plataforma pueden avistarse los paisajes más imponentes de Oslo y el fiordo vecino.
El proyecto, dirigido por JULIEN DE SMEDT, fue celebrado por la forma de utilizar el espacio público que propone. A través de una inédita arquitectura integradora, no sólo ofrece un campus de esquí de última generación, sino también un punto de encuentro para locales y turistas que buscan disfrutar de la geografía noruega en primer plano.