11 de julio de 2017.
Recibida como arquitecta de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT., desde hace dos décadas se dedica a lo proyectual en sus distintas expresiones, en particular obras de arte, dibujos y objetos. En 1997 comenzó a realizar exposiciones individuales y colectivas en Tucumán, Buenos Aires y el extranjero. Su obra forma parte de colecciones privadas en Argentina, Estados Unidos, España y Uruguay, y en bancos y departamentos gubernamentales.
Superposiciones urbanas
Las series plásticas de LEONOR ASAR configuran un entramado con lógica propia: algunos en forma de panóptico, otros como montajes que hacen convivir textos y texturas. Una de las preocupaciones de su obra es cómo el cuerpo humano se transforma en el contexto de la ciudad y su arquitectura: “La composición y descomposición, las percepciones simultáneas del espacio urbano, la macro y micro mirada, los planos y vías de comunicación intervenidos con multiplicidad de valores pictóricos y texturales, alternan zonas de gran energía y tramados lineales, con otras de mayor ambigüedad”, explica la artista.
Los acrílicos sobre tela reconstruyen memorias íntimas en las que se pueden encontrar huellas que cobrarán sentido para cualquier espectador: una escalera torcida, el trazo de la pintura chorreando sobre una pared, vigas que interrumpen la linealidad de un muro. “En mis últimos trabajos abarco la situación urbanística y social de nuestro tiempo y de la sociedad toda en cualquiera de sus niveles. En ella se ven reflejados tanto el caos, el aglutinamiento humano (villas, favelas), asentamientos desmedidos sin planeamientos ni lógica, como también las separaciones elitistas de las células urbanas que surgieron en esta última etapa (barrios privados, countries y demás). Los que actúan como elementos aislados por completo de la grilla urbana, transformándola en unidades dislocadas e incluso enfrentadas desde el punto de vista socio-económico en algunos casos”, cuenta ASAR.
Su obra propone una relectura de las formas de habitar urbanas en la que el tejido urbano reproduce, precisamente, la noción textil de la expresión, como si se tratara de un ovillo que se desenrolla en un extremo para transformarse en su punto final.