El sol no pide permiso: calefacciona la casa a través de los paneles solares, se cuela por las ventanas de los distintos ambientes y se proyecta sobre las vetas claras de la madera. Pero la energía solar es solo parte de la cuestión: no todo está dicho en materia de sustentabilidad y la mejor forma de testearla parecer ser con la propia experiencia. Tal es así que el estudio de arquitectura Snøhetta fue convocado para diseñar una unidad ZEB (Zero Emission Buildings) en Ringdalskogen, Noruega: además de alojar a una familia, la casa de 220m² es un centro de investigación sobre viviendas ecológicas que contempla soluciones como el ahorro de energía y el reciclaje de agua para reducir la emisión de CO₂.
Carbono cero
Los paneles fotovoltaicos integrados a la envolvente de la casa permiten compensar las emisiones de carbono, reduciendo así en forma simultánea las de otros gases de efecto invernadero. La inclinación del cielo raso hacia el sureste, además de tener un fuerte impacto estético sobre el diseño, ofrece la mejor orientación para captar la energía solar. Como complemento de los paneles, la casa posee pozos geométricos que brindan un excedente de energía suficiente para cargar a un auto eléctrico durante todo el año.
El sistema de recolección de agua tiene diversos conductos dependiendo de la fuente de la que provenga (baños, jardín o lluvia).
Los colectores proveen lo recursos suficientes para cubrir las necesidades energéticas familiares, asegurando una buena calefacción y refrigeración según el momento del año: “Estas funciones se resuelven a través de la colocación de las superficies de vidrio, la orientación, la geometría de la casa y el volumen, además de la elección de materiales con buenas características térmicas”, explicaron desde el estudio. Los materiales utilizados en el interior también contribuyen a generar un clima cálido y mantener una buena circulación de aire puro.
Cabaña personal
La sucesión de maderas y ladrillos en distintas especies y versiones construye un relato sobre la habitabilidad: el ladrillo, de banco para sentarse se vuelve pared para escalar; la madera de leña cortada que configura muros térmicos continúa en forma de piso en el interior de la vivienda. Ubicado entre la cocina y la sala de estar, el patio interior con chimenea recrea la experiencia de una cabaña en la montaña al tiempo que ofrece las comodidades de una casa equipada para todo tipo de situaciones. La iluminación directa y constante sobre los ambientes es regulada gracias a la acción de parasoles en forma de aletas.
La casa posee un jardín con árboles frutales y una huerta orgánica que fomenta la producción propia a pequeña escala.
La casa ha sido nominada para el premio MIES VAN DER ROHE 2015 a la arquitectura contemporánea de la Unión Europea. Además de ser una notable pieza de diseño con un impacto positivo sobre la región que habita, ya funciona como un termómetro sobre condiciones climáticas y una brújula que marca el rumbo de la nueva construcción sustentable.