No hay banderas, leyendas ni prendedores que los identifiquen: como en toda buena mesa, no se habla de política ni de religión. En cambio, la amistad y el talento abundan entre los croquiseros, convirtiéndose en gestos que se perciben a la distancia. Un banquito plegable en una esquina, un escritorio improvisado sobre una escalera o el arco iris de lápices y acuarelas sobre la vereda son algunas de las pistas para reconocerlos en acción: durante dos horas y media se dispersan alrededor del punto de encuentro, a donde regresan para compartir sus croquis y un pic-nic colectivo.
Compañeros de ruta
COCO RASDOLSKY recuerda aquel llamado de domingo al mediodía: del otro lado sonaba un ROBERTO FRANGELLA entusiasmado, con noticias desde Madrid. Su hijo había descubierto allí a los Urban Sketchers, dibujantes que hacían croquis de edificios, plazas, espacios urbanos…tal como su padre en Buenos Aires. “¿Te animás a organizarlo acá conmigo?”, interpeló FRANGELLA. Fue un sí rotundo: el resto es historia y dibujo…mucho dibujo. “Toda la vida salimos a dibujar. Muchos de nosotros, además de estudiar arquitectura hicimos talleres de pintura y dibujo paralelamente a la carrera”, cuenta RASDOLSKY.
Invitados por el Departamento de Proyectos de Arquitectura y Urbanismo de la Oficina del Historiador en La Habana, algunos croquiseros viajaron a Cuba durante el mes de mayo para compartir un programa de actividades con colegas de la ciudad
Junto a LUCIANO DI MAIO comenzaron una convocatoria entre amigos y colegas e inauguraron su repertorio de salidas con un homenaje a BENITO QUINQUELA MARTÍN: el 13 de octubre de 2010 dibujaron La Boca. Por entonces solían reunir a una docena de dibujantes que abandonaban los recorridos solitarios para compartir su pasión por el dibujo con otros; actualmente, con 52 salidas a cuestas, el promedio es de 50 asistentes. Además de los croquiseros que dibujan (arquitectos, artistas plásticos, ilustradores, diseñadores gráficos), están los croquiseros que acompañan: fotógrafos, psicólogos y escritores que construyen su propia versión del croquis en forma de instantáneas, comentarios o narraciones. Cada uno participa como más le guste: “Por un lado sentimos el placer de salir a dibujar, pero también está el placer del conocimiento y de encontrarnos con amigos”, dice SANDRO BORGHINI.
Puertas adentro
Además de armar su propio recorrido, los Croquiseros Urbanos suelen ser convocados por instituciones para formar parte de actividades culturales o académicas. Entre sus experiencias más conmovedoras enumeran la participación en el vigésimo aniversario por el atentado a la A.M.I.A, cuando colaboraron para pintar los nombres de las 85 víctimas, o las visitas al Teatro Colón durante los ensayos generales de Carmen, cuando dibujaron a oscuras desde un palco. También fueron invitados a dibujar la Casa Curutchet, el Palacio Barolo y la fábrica SIAM, entre otros, y a exponer croquis y dar charlas en museos y universidades nacionales e internacionales. Su actividad inspiró la creación de grupos croquiseros en Tucumán, La Plata, Paraná, San Juan, Montevideo, Italia y Honduras.
“Tiene un poco de magia esto del dibujo: siempre se acerca alguien y pregunta qué estás haciendo. Ese nexo con las personas que vienen a ver es importante”
Adhemar Orellana Rioja
La ciudad que dibujan los croquiseros no es la que se ve al paso desde un colectivo ni la que se camina con apuro para llegar a algún lugar. No es la de las bocinas ni los embotellamientos. Tampoco la que se ve en los mapas o en los paquetes turísticos. Es, esencialmente, la de una fundación: quizás la huella de quienes pensaron su arquitectura, quizás el sueño realizado de quienes la conocen por primera vez. Mientras la mirada sostenida sobre una fachada se vuelve trazo sobre el papel, los croquiseros traman mucho más que un dibujo: recuperan a la ciudad como lenguaje sensible y universal.