Ejercicio cardio en estado puro, mezcla de gritos infantiles, corridas, cachetes rosados y corazones taquicárdicos. En cuanto retumba el grito, todos se detienen: no importa si la postura es imposible, si el equilibrio peligra, si los músculos se tensan. Importa, sí, la resistencia: congelar un momento. Los micro personajes de la última muestra de LILIANA PORTER parecen haber quedado atrapados para siempre: estaban reparando un piano, pintado una silla, amasando pan, sosteniendo una cuerda, regando, sonriendo. En este último gesto reside la clave para concluir todos los compromisos.
Parte de la obra de LILIANA PORTER forma parte de las colecciones públicas y privadas de la TATE Modern Collection de Londres, del MoMA, el Whitney Museum of American Art, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el Museo Nacional de Bellas Artes en Buenos Aires y el Museo de Arte Moderno en Bogotá, entre otros.
Esa mágica forma de contar
A diferencia de aquellas muestras que gritan a la distancia a través de grandes formatos y colores estridentes, “Reparar el piano y otros compromisos” obliga al visitante a acercarse, a mirar de cerca, a crear un vínculo íntimo. La porcelana rota, la madera astillada, la brillantina desparramada o la silla a medio pintar se mantienen contenidas, acaso esperando por esa mirada: un poco cómplice, un poco testigo. La notable diferencia entre la escala humana y los objetos deja a las miniaturas de LILIANA PORTER en desventaja, dándole a esas tareas cotidianas una relevancia que no podrían conseguir en el mundo real. La manipulación de las dimensiones es una de las variables sensibles de esta y otras muestras de la artista: la fragilidad termina siendo el valor más poderoso.
Portadora de optimismo
Porteña de nacimiento y neoyorkina por antigüedad (vive en la Gran Manzana desde 1964), LILIANA PORTER cautiva al norte y al sur por igual, no sólo por la multiplicidad de formatos (desde la escultura hasta la instalación, pasando por la pintura, el dibujo y la fotografía) sino también por la seducción de las historias que despliega. Si bien cada una de las escenas configura un micro universo de sentido, la lectura integral de la muestra es la que devuelve ese mensaje de consolador y positivo: lo único que hay que superar es la idea de imposibilidad (el pánico ante un obstáculo de gran tamaño, la desolación ante la destrucción, el desconcierto ante el cambio)…todo el resto es posible.
“Repara el piano y otros compromisos” está integrada por obras en soporte papel, instalaciones con personajes y objetos intervenidos
“Reparar el piano y otros compromisos” empieza en la galería pero no termina allí: el espacio de exhibición apenas sugiere los gestos pausados de una historia mayor, acaso una saga. Estos hombrecitos detenidos, que a pesar de su diminuto tamaño logran transmitir pasión y esfuerzo, se han congelado a mitad de su tarea para enviar un mensaje: el compromiso puede ser un amenazante coloso de madera, pero si la recompensa es volver a escuchar una dulce y afinada melodía, vale la pena asumir el desafío.
Imágenes cortesía de Ruth Benzacar Galería de Arte www.lilianaporter.com