19 de junio de 2017.
La artista visual Irina Rosenfeldt presenta su nueva exhibición «La noche de Minerva» que podrá apreciarse en el museo Emilio Caraffa en la ciudad de Córdoba, hasta el 3 de agosto.
La noche de Minerva es una gran pintura en el espacio. Se trata de una pintura de 28 metros de largo por 2 metros de alto. Se presenta como un enorme círculo continuo de 8 metros de diámetro que envuelve completamente al espectador. Este montaje circular ocupa el horizonte completo e ininterrumpido de la mirada de los espectadores dentro de la obra. La pintura es un gran paisaje psíquico de colores vibrantes, arrastrados de materia, gestos violentos y abundantes, fuerzas centrífugas y centrípetas y construcciones espaciales que se entretejen para ofrecer una experiencia kinestésica a quienes se enfrentan con este friso envolvente.
Una pintura urgente, expandida y psicodélica que toma (y crea) el espacio y los cuerpos que lo componen. El carácter inmersivo de la obra hace que se pierda la ilusión de la pintura como una ventana hacia afuera. Aquí y ahora hay un encuentro cuerpo a cuerpo con la pintura, como “cosa mental” pero también como entidad física que se planta ante nosotros con toda intensidad.
“A veces la vida sigue una estructura simple como la línea del progreso. Otras se estructura en el loop…En la línea hay una promesa, que es una forma de energía… un crecimiento lineal. En los pequeños loops hay cierta forma de presencia o contemporaneidad, porque estás en un lugar por cierto tiempo, sin pasado ni futuro…Sin embargo existe un escape, pero no en este nivel de pensamiento”. Diedrich Diederichsen, autor de “Personas en Loop”.
La noche de Minerva es una instalación pictórica de carácter inmersivo. Una pintura de 8m de largo que forma una estructura circular al modo de Panorama. El área exterior a la circunferencia está en penumbras, mientras que el interior está iluminado. Desde afuera la obra se ve como una estructura completamente blanca al ras del suelo. Se ingresa por una abertura de 1.5 m de ancho que se encuentra al recorrer el perímetro de la estructura (no se la puede apreciar a simple vista). Nada indicara que dentro de una estructura tan despojada el espectador ingresara a un espacio de colores vibrantes, a una experiencia kinestésica-inmersiva.
Este artefacto sumerge al espectador en un universo diferente: la topografía neuronal. Las pinturas fuera de la pared representan otra dimensión mediante un cambio de escala en un gran y continuo paisaje que tiene sus propias leyes, que no están dominadas por la ley de gravedad, no tienen horizonte ni simetría y las perspectivas se cruzan, aparecen y desaparecen. Amplifico el dinámico universo representando la conexión entre formas, flujos de dirección, especialidad e intersticialidad para evocar conexiones neuronales y su dinámica de movimiento en la transmisión de información. A través de la pintura, puede explorar este micro-mundo. El espectador puede recorrer el «no horizonte» pictórico tanto desplazándose físicamente como con la mirada, tantas veces como crea necesario para profundizar en este complejo universo que no puede ser absorbido inmediatamente.
Sobre la pintura.
Los paisajes fueron trabajados con perspectivas alteradas a partir de la precisión o fuera de foco, densidad y transparencia matérica, integración de capas, tonalidades de color, yuxtaposición, superposición de planos y multiplicidad de direcciones en concordancia con el mundo de realidad 3D. Se trabajo con los procedimientos con los que se trabaja la imagen digital: duplicación, espejamiento y multiplicación.
La representación de la dinámica de este movimiento, se da a partir de elementos formales no estables. Compositivamente genero tensiones en múltiples puntos. El movimiento tiene dos ópticas de interpretación: una físico-espacial y la otra como signo de impermanencia.
La desconstrucción del espacio aparece como metáfora de la materia en proceso, en constante movimiento y transformación, generando un mundo complejo. A partir del gesto se arma una morfología que avanza de un espacio a otro. La recombinación de formas genera nodos superpuestos que se aglomeran hasta lograr una estabilidad plástica. La obra se nutre de la metamorfosis constante.