“Supongo que la idea de tener un bar es un sueño que la mayoría de los hombres tiene en algún momento de su vida”, cuenta SEBASTIÁN PÁEZ VILARÓ en su primera entrevista a un medio. No se equivoca: una encuesta rápida por las almas más diversas confirma la hipótesis. En su caso fue un sueño temprano, deseado desde siempre pero cumplido hace apenas tres años. De los 48 naipes que hacen al juego, uno sólo sirvió para bautizar a este reducto único en la ciudad: el Rey levanta su copa y, orgulloso, se prepara para el próximo brindis…
Un mazo (in)completo
No creció entre barras, bebidas y cocteleras, pero algo de ese lenguaje (la mezcla, el experimento, la combinación) debe suceder entre las mesas de trabajo de su taller. Los metales -su materia prima de cabecera- se transforman en la misma medida que una bebida: luego de la intervención del artista, se vuelven obra para degustar. Por momentos parecen un código cifrado (es difícil llegar al ingrediente secreto, comprender la figura de un trazo maestro), pero la esencia se transmite en los primeros segundos de contemplación, cuando revela su impacto primero. Rey de Copas significa elegir un único naipe, infalible y definitivo: otros pasarán por su puerta sin notar más que una casa palermitana del siglo pasado, pero quienes ingresen sabrán que hay un juego sucediendo sobre la mesa.
Un as en la manga
“Buscábamos un lugar amplio en Palermo, y justo dimos con esta propiedad que nos pareció ideal, ya que contaba con varios ambientes y nos iba a permitir armar rincones y espacios que, sin tener un corte o separación abrupta, brinden una cierta intimidad”, cuenta el artista. El recorrido es intuitivo: luego del acceso principal, se accede a un gran salón que se distribuye en distintos espacios que sirven como escenario para una cita romántica, una salida de amigos o una fiesta de casamiento. Todos, sin excepción, exhiben obras de arte, colecciones de objetos, libros y piezas decorativas. Quizás precisamente por eso SEBASTIÁN perdió la cuenta del inventario: “No sé el número exacto ya que estamos en constante cambio mes a mes. A lo largo de mi vida, fui recolectando objetos y antigüedades sabiendo que algún día iban a estar exhibidos en mi bar. Paralelamente a esa búsqueda me dediqué a trabajar en repujados de bronce y cobre, dibujos y esculturas que, como algunas obras de mi padre, también están expuestas”, sostiene.
Entre los imprescindibles del Rey de Copas están: la barra, montada sobre los durmientes de un ferrocarril y pilares de un antiguo puente, cuya tapa fue revestida con mosaicos franceses con figuras y ornamentos blancos y azules; la colección de trompetas y cornos (SEBASTIÁN es fanático del jazz y los instrumentos de viento) y la de planchas de hierro fundido; y las mesas, banquetas y sillones: “Más que buscarlo, al mobiliario lo fuimos encontrando. Muchas cosas las construimos nosotros, como los banquitos del salón principal -también hechos con madera de durmientes de tren-, las mesas del patio o las glorietas de la terraza”, cuenta el artista.
Como sucede con las cartas, hay algo en Rey de Copas que tiene que ver con el azar: el visitante sabe bien a dónde llega, pero no puede adivinar cómo transcurrirá el juego: cada mano es una sorpresa; cada partida, una aventura; cada obra, un universo.
Imágenes cortesía de Rey de Copas www.reydecopasbar.com
FICHA TÉCNICA
Proyecto: Rey de Copas
Diseño: Sebastián Páez Vilaró
Ubicación: Buenos Aires (Argentina)
Superficie: 400 m2
Año: 2012