09 de septiembre de 2019
Sobre el escritorio de YANI, marcadores, papel de boceto, tinta y scanner. En el de GUILLE, lápiz mecánico, hojas de calcar y laptop. Sus nombres, unidos por una &, tienen el sonido musical de las letras que se repiten: representan un sello indeleble en el mundo del lettering, la caligrafía y la ilustración. Esa cercanía (no necesitan mencionar sus apellidos para ser identificados) y calidez son las mismas que transmiten en su forma de hablar y mostrar su trabajo, una traducción del amor que sienten por lo que hacen. Además de “dibujar y escribir” para marcas, eventos y productos editoriales, experimentan con fuentes, formas y trazos para su laboratorio personal. Su tiempo compartido es, literalmente, full time: además de pareja, socios y concubinos, son papás de LEÓN. Entre lecturas infantiles, pocillos de café y paseos en bici, viven la aventura entintada en familia. ¿Un proyecto a futuro? Libro propio. ¿Uno pendiente? Más acciones culturales. En esta entrevista, un paseo narrado por las letras que componen su propio abecedario.
¿Se acuerdan de sus primeros dibujos?
Guille. De chico me gustaba mucho dibujar. Leía la revista “Club Nintendo”: no tenía la consola, pero la compraba y copiaba los personajes. Me volvía loco. A veces dibujaba sus nombres o copiaba el logo. No me daba cuenta de lo que hacía: era como un juego. Después estudié ilustración y arte en un conservatorio, en paralelo a la facultad, y eso me formó en ese sentido.
Yani. De chica me gustaba ilustrar, pero después me fui olvidando. Yo era muy ordenada: en la escuela presentaba todo de manera distinta. Me acuerdo que mi mejor amigo me preguntaba por qué no nos sacábamos la misma nota en un trabajo si el contenido era el mismo. Yo era de las que hacía carátulas, todo tenía rótulo y mucho color (risas).
¿Cómo fue conocerse y encontrar en el otro al cómplice para lo que vino después?
Guille. En 2007 yo era asistente en una cátedra de la FADU y el adjunto la convocó a YANI. A mitad de ese año empezamos a compartir mucho tiempo porque llegábamos temprano a clases: charlábamos un montón y nos mostrábamos trabajos. A YANI se le ocurrió empezar a completar un libro juntos: no sabíamos aun qué era, pero fuimos aprendiendo e investigando, tratando de combinarlo. Nos estábamos construyendo como dupla de trabajo: YANI desde la caligrafía, yo desde el dibujo.
Yani. Haber dado clases de tipografía nos marcó un rumbo muy fuerte: la caligrafía, la tipografía, el lettering, la ilustración. Fuimos construyendo ese camino despacio. Cada uno tenía sus recursos. El objetivo de GUILLE era ilustrar para video juegos: desarrollaba personajes en una empresa. El dibujo de letras llegó de la mano con la caligrafía. Vimos que eso iba creciendo y GUILLE se dio cuenta de que dibujar letras estaba bueno.
¿Y qué pasaba acá? ¿ya estaba instalada la disciplina?
Guille. Acá no, pero con el tiempo entendimos que en el primer mundo ya estaba sucediendo. En 2006 cursé con la cátedra LONGINOTTI y me marcó. Hice como proyecto final una tipografía que fue la primera que lancé a la venta: Ragazza. En 2008 se formó un grupo de hiperfuentes: una vez por semana nos juntábamos con los alumnos en el sótano del Museo de Arquitectura de Buenos Aires. Trabajábamos en equipo y revisábamos juntos los proyectos. Después de eso lo conocí a DANIEL HERNÁNDEZ, un tipógrafo de Chile, y me dijo que le gustaba esa tipo, que la sacara a la venta. Me tiró los primeros consejos para que funcionara. Pisco va, pisco viene, me ayudó a mejorarla y fue comercial gracias a él. Esa fue mi primera tipografía.
Yani. Dando clases uno siente que puede saber un poco más. Y era lo que queríamos. Ese fue el impulso para que después hiciéramos el posgrado de diseño tipográfico. Lo hicimos juntos. Ya estábamos de novios y vivíamos juntos. Fue una apuesta educativa y económica. Queríamos dedicarnos a eso y la única forma era hacerla juntos. Yo trabajaba de manera freelance para una editorial y GUILLE en la agencia POGO. Trabajábamos mucho y no nos daban más las manos. Ahí decidimos salir de a poco. Unos amigos nuestros hicieron un video para mostrar lo que hacíamos y armamos nuestra web. A los dos días nos llamó la agencia La América (en su momento era Madre) para hacer una campaña para Aerolíneas Argentinas. Habían visto el video y querían a alguien nuevo.
Guille. Eso fue en el 2011. Teníamos solo proyectos de posgrado, pero apostaron por nosotros.
Después de esa primera “presentación en sociedad”, ¿el camino fue lineal?
Yani. Va cambiando lo que buscamos, la cuestión tipográfica muta todo el tiempo. Lo caligráfico es muy fuerte porque lo pensamos aplicado a un proyecto de diseño, entonces deja de ser artístico. El vector es la herramienta que nos lleva al trabajo final. Este año hicimos la campaña por el Día Internacional de la Mujer para el Centro Cultural Recoleta y fue 100% caligráfico, en el que los bocetos se escanearon, se hicieron en un vector casi automático y salieron.
¿Sienten que tipografía y la caligrafía están en veredas enfrentadas pero complementarias?
Guille. Las veredas se cruzan todo el tiempo. Cuando aprendés tipografía, te enseñan caligrafía. Y cuando aprendés caligrafía, te hablan en términos tipográficos: el espaciado, el peso de los trazos, las terminaciones. Entonces, todo el tiempo es como hablar de lo mismo porque terminás construyendo letras.
Yani. Después hay una cuestión de sensación, quizás con una tipografía que es más caligráfica.
Guille. Exacto, eso tiene que ver con cuánto recuperás de la técnica manual. También hemos hecho tipografías dibujadas. Una de las últimas que sacamos fue toda dibujada en cuaderno, letra por letra. Entonces, el dibujo lo pensás desde lo tipográfico y lo caligráfico en la repetición de formas, de cómo se compone el sistema. El resultado final se cruza, pero los procesos son bien distintos. La caligrafía parte siempre desde el gesto, hay una cuestión manual, una impronta, el impulso que aparece y lo tipográfico está marcado por un sistema, una repetición. Entonces, ahí puede haber una brecha.
¿Existe la memoria caligráfica?
Guille. A veces te encontrás dibujando cosas que se parecen un poco a algo que ya conocés, al trabajo de alguien a quien admirás. Ahí tratamos de volver para atrás y revisar a qué se parece y tratar de buscar un camino más propio para respetar el trabajo de esa persona también, a que eventualmente podemos conocer, compartir un café, hacerle un regalo. Somos muy conscientes de eso y buscamos una identidad propia, también respetando a la gente que nos nutre visualmente y que aporta a este mundo de las letras.
¿Por dónde se empieza, entonces?
Yani. A veces nos dicen ‘me gusta este estilo’, pero nosotros respondemos que no vamos a hacer nada que sea igual a eso.
Guille. No trabajamos con imágenes de referencia, sino con estilos de referencia y a veces ni siquiera eso. Lo que hacemos es transformar ese estilo en reglas. El año pasado, por ejemplo, se puso muy de moda el contraste invertido. Entonces, lo podemos investigar, pero sin ver imágenes, sino pensando en las reglas que componen ese sistema, ya sea caligráfico, tipográfico o de lettering. Entonces, jugás con eso para ver qué sale y salen cosas diferentes porque no estás viendo un modelo, sino pensando en las reglas de un juego.
Yani. Los pequeños detalles hacen que algo pueda ser tuyo. Siempre nos reímos de la R de la tipografía Esmeralda, que es muy de GUILLE, aunque él no lo ve.
Es lo que pasa con Masticar, que vienen desarrollando hace ocho ediciones, ¿no?
Yani. Sí, en 2014 hicimos la primera. Nos llamaron unos amigos para participar, pero ellos no tenían nada que ver con el lettering: son diseñadores. Cuando conocimos a NARDA LEPES, había visto nuestra web pero no sabía bien qué hacíamos. Necesitaba a alguien que resolviera el problema. Nosotros lo aprovechamos para que surgieran cosas nuevas. Fue creciendo y con el tiempo nos dejaron hacer lo que proponíamos.
Guille. Y eso hizo que nosotros diéramos de más. Tuvimos la idea de hacer una tipografía para la identidad de Masticar porque querían que todo tuviera una impronta manual y de repente estábamos ilustrando una vaca, un pedazo de carne, un plato, verduras. Y en la siguiente edición complejizábamos más todavía las situaciones.
El mundo de la gastronomía lo tienen muy masticado, justamente. ¿Cuáles otros les interesan?
Yani. El de la música y el del deporte: nos gustaría poder aplicarlo. El mundo cultural también nos gusta mucho. Nos interesa probar otros rubros para demostrar que no todo encaja. Que no todo es para pizarras o rótulos para remeras. Es un universo tan grande que podés aplicarlo en donde sea.
Guille. El mensaje dentro del universo de la cultura es mucho más fácil de identificar y de ser apropiado.
Siendo una dupla tan fuerte, ¿cómo es trabajar con más gente en el equipo?
Yani. No todo tenés que hacerlo vos. Uno puede diseñar y otro aplicarlo. Cuando otro va y te da una mano y enaltece tu trabajo, y vos también ayudás al otro a que pueda hacer algo con su talento, es el mejor regalo. Mientras diseñamos, ya estamos pensado quién nos puede ayudar en ese proyecto, con quién queremos hacer algo.
Guille. Siempre que hacemos una tipografía tratamos de usar el espécimen como una excusa para investigar otros terrenos y, al mismo tiempo, que nos permita formar equipo y colaborar con otros estudios que hagan cosas.
¿Cómo es compartir la firma?
Yani. La gente siempre quiere saber quién hace qué. A veces, hay cosas que empieza uno y termina el otro, o a veces ya sabemos quién va a ser el que va a llevar la forma.
Guille. No buscamos ni que no se note ni que se note. Hay gente que nos conoce y a veces se equivoca y eso nos divierte, porque dicen “Eso lo hizo Yani, ¿no? Y quizás lo hicimos los dos. Lo caligráfico, al no ser artístico, es solo un puntapié inicial para lo que venga después. Quizás decidimos que sea mucho más pesado o más blando y después esas terminaciones se van, le aumentamos muchísimo el peso y hay como una semilla de ese boceto caligráfico, pero no está la relación directa, entonces ahí se desprende y pasa a ser algo único, que no depende de lo que pasó antes sino que fue solo un escalón para llegar ahí.
¿Sus letras preferidas?
Yani. A mí me gustan mucho las letras minúsculas.
Guille. A mí me gusta mucho la g minúscula porque es un quilombo y es un desafío hacerla. Para mi es la más difícil de todas. Y la R mayúscula: tengo como un fetiche por esa letra.