¿Cómo llegaste a la arquitectura?
Siempre me atrajo todo lo plástico. En el colegio mis materias favoritas eran arte y dibujo, pero no tuve tan marcada la profesión u oficio: no vengo de familia de arquitectos ni tuve un referente cerca. Cuando llegó el momento de decidir la carrera, estaba entre diseño gráfico y arquitectura. El CBC de la UBA fue muy importante para mí porque ahí conocí todo el abanico y me terminé de enamorar de la arquitectura. Siempre encontré en la disciplina un sentido abarcativo: si sos arquitecto, tenés herramientas y sensibilidad para todo lo que es diseño.
Jorgelina Tortorici
¿Siempre supiste que ibas a hacer casas, o fue algo que descubriste con el tiempo?
Yo creo que se dio: me fueron sucediendo las cosas. Es como dice la canción, “se hace camino al andar“. Fue algo que fue surgiendo, pero hoy el 90% de las cosas que se hacen en el estudio tienen que ver con vivienda unifamiliar. Cuando terminé la facultad trabajé en otros estudios de arquitectura, como por ejemplo en Richter Dahl Rocha, que siento que me marcó para siempre como profesional: ahí conocí otras escalas de la arquitectura. Después me enfoqué mucho en lo que es vivienda porque creo que hice un par de casas que supieron resolver esta mirada integral de la arquitectura con el interiorismo. Es lo que nos gusta: pensar el proyecto en su totalidad… cómo va a ser la mesa o la iluminación, y armar ese todo en el espacio.
¿Cómo fue el camino previo al estudio propio?
Estando en la facultad, me fueron invitando profesores de distinta materias a hacer concursos de obra pública. Y después trabajé un par de años con el arquitecto ALBERTO “TITO” VARAS, que también que me formó mucho. Trabajé muy poco tiempo como maquetista en Lestard-Baudizone y después quedé en RDR, que fue en donde estuve más tiempo, hasta cuando decidí empezar por mi cuenta.
Tuviste mucha experiencia profesional en poco tiempo.
Si. Para mí la carrera que fue algo así como un amor a primera vista: la hice sin parar, no me atrasé nunca. Cuando terminé de cursar, me recibí. Y a partir del cuarto año ya estaba participando en concursos, empezando en estudios y demás. Hace 9 años empecé por mi cuenta definitivamente, pero ya estado en los estudios tenía cosas más chicas, como refacciones. Cuando tuve el deseo de ser madre, la vida en el estudio en el que quizás me quedaba hasta las 4 de la mañana, ya no era compatible con la etapa que iba a comenzar. Y ese fue el momento en el que decidí independizarme: primero iba a ser mamá y después iba a formar mi estudio. Pero no estoy sola: tengo un socio, NICOLÁS LANZA: lo conocí en el CBC e hicimos juntos toda la carrera. Más allá de que seamos grandes amigos, nos conocemos mucho: para mí es una piedra fundamental en el estudio. Se encarga de las obras y toda la parte más técnica, como estructuras y circulaciones. Tiene un perfil complementario al mío. Yo disfruto mucho de estar horas dibujando, me gusta eso del diseño: las conversaciones con el cliente, entender qué les gusta, el momento del anteproyecto, el dibujo. Mientras que el día a día de la obra lo lleva más Nicolás. Desde ese lado nos complementamos muchísimos.
El estudio tiene mucho de vieja escuela: el dibujo a mano alzada, la maqueta…
¡Si! Medio demodé quedé. Ya me pasaba cuando daba clases en la facultad: los alumnos ya no usan el calco sobre la planta. Pero a mí el dibujo a mano alzada me atrapa. Muchas de las cosas de anteproyecto las trabajamos con ArchiCAD, que es un programa que me cautivó: podés pensar planta, vista, corte. Lo usamos para hacer las documentaciones. Estamos siempre incorporando nuevas tecnologías, pero el lápiz y la mano son irremplazables.
¿Cómo está compuesto el equipo?
Somos todos arquitectos, pero sueño con tener un equipo interdisciplinario. Trabajamos también con un estudio de diseño que se encarga de la imagen de todo lo que vamos presentando, pero para la parte de interiorismo, somos arquitectos pensando diseño de interiores. De hecho, yo no estudié para eso, soy arquitecta, pero una clienta a la que le había gustado mi casa, me pidió que le decorara la de ella. Le expliqué que no hacía interiorismo, pero me pidió que no lo hiciera como un trabajo, sino como si fuera mi propia casa: y eso hice. Cuando subí las fotos, me llamaron de una revista de decoración para hacerme una nota, pero de nuevo tuve que explicar que no había sido un trabajo de interiorismo, sino un proyecto como si fuera mi casa. Así me fui metiendo, porque a raíz de esa nota empezaron a salir trabajos de interiorismo: así que casi sin querer entré en ese mundo.
“Lo que más me ayuda a proyectar una casa es imaginarme todo el tiempo el recorrido interior de esa casa: el resultado espacial desde la persona”.
¿Y qué pasa cuando necesitás algo que no existe? ¿hacen piezas a medida?
Nos pasa mucho. A veces se publican obras y nos piden para los epígrafes de dónde son los objetos, pero no hay un lugar en donde comprarlos: los hicimos a medida con nuestro carpintero o herrero. Es un proceso que a veces se vuelve largo y engorroso para los clientes, pero cuando ven el resultado final, entienden que fue hecho exclusivamente para esa casa y ese espacio, y lo valoran mucho. Cuando veo la foto de la obra terminada, me sorprendo: además del proceso proyectual de la obra, también se ven los objetos que la habitan. Y me gusta que sea así: que no esté llena de objetos comprados, sino que sean cosas a medida para ese cliente, con esa piedra, con esa madera, con esa textura o ese color que le gustó.
La escala de las casas es grande: “llenar” esos espacios con sentido es un desafío.
Para mí la frase “Menos es más” aplica a todo en la vida. Si, las casas son gigantes, por eso me la recuerdo a mí misma. Siento que en mi arquitectura no hay mucho espacio para lo decorativo: naturalmente me sale así, no está tan llena de objetos ni de gestos. Al estar más limpia, también se vuelve más atemporal. El desafío es generar una arquitectura que esté vigente: que no sea tendencia, porque eso pasa.
¿Qué priorizás a la hora de diseñar?
Lo que más me ayuda a proyectar una casa es imaginarme todo el tiempo el recorrido interior de esa casa: el resultado espacial desde la persona. Cómo va a ser la cocina, cómo va a entrar la luz, para qué va a usar el living: con fragmentos voy armando el recorrido y el resultado me va generando el espacio. Además del impacto que puede generar la casa desde afuera, la propuesta está en el recorrido interior. Lo más lindo que tienen es el interior: las sensaciones que genera, trabajar los cortes. Es un trabajo de adentro hacia afuera, que termina siendo una consecuencia.
“Yo disfruto mucho de estar horas dibujando, me gusta eso del diseño: las conversaciones con el cliente, entender qué les gusta, el momento del anteproyecto”.
Para tomar todas esas decisiones, ¿cuánto necesitás saber de tus clientes?
Generalmente tengo dos primeras reuniones en las que ellos me cuentan cómo viven, no cómo quieren su casa. Si yo entiendo bien cómo quieren vivir esa casa y cómo van a recorrerla por dentro, va a ir surgiendo esa forma. En las primeras reuniones hablamos de qué hacen, cuáles son sus hobbies, si les gusta invitar amigos. Y eso solo determina el programa de necesidades, que da el resultado de la forma que después tiene la casa. Muchas veces vienen con dibujos de cómo les gustaría que sea su casa, pero yo les pido que esperen a que les presente mi dibujo y los veamos juntos. Me encanta esa sensación del papel en blanco, del desafío. Necesito no tener ningún preconcepto ni premisa.
¿Qué pasa cuando el cliente insiste en algún pedido que va contra las decisiones estratégicas?
Eso me pasa: quizás me dicen de poner una ventana en un lugar que no va. La ventana no es un agujero en la pared: es el resultado de un volumen con otro, de lo que se va a ver a través de ella. Nuestras decisiones están muy pensadas. También nos pasa que a veces llegan con imágenes de Pinterest, pidiendo algo en particular que vieron ahí, pero si es no se trabaja la casa termina siendo un Frankenstein. Con eso sí soy bastante estricta y de poner límites, porque no va a quedar bien o no va a gustar.
¿Cómo es diseñar para vos misma? Estás construyendo tu propia casa.
¡Estoy en obra! En casa de herrero, cuchillo de palo: todo lo que hago para mis clientes es con procesos sumamente ordenados, pero en mi casa no. Toda la vida soñé con diseñar mi propia casa, pero como profesional me pongo en crisis a mí misma: me repregunto todo. Igual lo disfruto muchísimo; me saqué muchas ganas de hacer cosas que vengo guardando. Por ejemplo, quería explorar el lado plástico del hormigón: la curva y las líneas menos ortogonales, trabajarlas más natural y orgánicamente. Hay una geometría distinta en esta obra que, creo, llegó para quedarse: la curva está en la esencia del proyecto de la casa, pero también un detalle mínimo, en un encuentro, en el canto curvo de un material. Ese juego de distintas escalas en el uso de la curva va sucediendo a medida que se recorre la casa.
Jorgelina Tortorici
“El desafío es generar una arquitectura que esté vigente: que no sea tendencia, porque eso pasa”.
¿Cómo sos cuando no estás trabajando?
Soy una persona muy enérgica, que no se cansa nunca: ¡un torbellino andante! Ahora estoy con algo nuevo: con mi marido se nos dio por empezar a reciclar un motorhome para recorrer y viajar con nuestros hijos, que tienen 2, 4 y 6 años: es un desafío y hobby familiar que me entusiasma y me divierte. Ya recorrimos la costa oeste de los Estados Unidos así y nos encantó. Cuando era chica, conocí todo el país con mi familia, viajando en los motorhomes que restauraba mi papá, así que ahí hay un gen heredado: ¡somos muy aventureros!
CRÉDITOS
Fotos de casa ADR y casa Adrogué: Federico Kulekdjian
Fotos de casa BT y casa Y: Alejandro Peral
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