La empresa familiar fue creada por tu abuelo. ¿Cómo nació?
Después de varios emprendimientos, decidió asociarse con un amigo que tenía una fábrica de sillas Luis XV y Luis XVI. En 1948 comenzó con una marca que se llamaba Mobiliario Fontenla, que sigue siendo la razón social de nuestra empresa. Tenía un local en el barrio de Flores, en la esquina de Lautaro y Ramón Falcón. En el primer piso vivía con mi abuela; en esa casa también nació mi papá, pasó su infancia ahí e inició su relación con los muebles. Cuando creció, quiso armar un local paralelo y desarrollar una fábrica. Comenzó en 1980 con cuatro operarios y un capataz.
Federico Fontenla Federico Fontenla
Ustedes hablan de tradición italiana. ¿Fue una premisa que surgió con los inicios del negocio?
Eso llegó con mi papá, que viajó a Europa en los años 80 y vio en Italia diseños que lo inspiraron. Mucha gente cree que nuestro apellido es italiano, pero es español, aunque venimos de descendencia española e italiana. En ese momento la línea italiana no era tan determinante en el mueble argentino como sí lo eran la inglesa, la alemana o la francesa. La tradición italiana se empezó a capturar más tarde y ahora es significado de diseño, no solo en mobiliario.
Fontenla tiene una fábrica modelo única en Sudamérica. ¿Cómo funciona?
Es una mezcla entre el tipo de fábrica y la cantidad de personal que trabaja en ella. A pesar de ser grande (son aproximadamente 9000 m2), tiene la particularidad de ser artesanal: por el tipo de producto que desarrollamos, es como si fuera una carpintería de barrio, llevada a gran escala. Eso no existe ni en Sudamérica ni en el mundo. Todas las fábricas que hemos conocido, suelen hacer producciones más seriadas, con tres o cuatro líneas por año. Si bien nosotros tenemos varias líneas, como la cápsula que sacamos con Pampita, hacemos mucho producto customizados en dimensiones, texturas, materiales y diseños a pedido: trabajamos directo con los estudios. Y el cliente que viene directo, encuentra en nuestro equipo arquitectas y diseñadoras.
¿Qué tipo de oficios y profesiones integran ese equipo?
Tenemos arquitectos, diseñadores de interiores, decoradoras, diseñadores industriales, ingenieros y gente de mucho oficio, en algunos casos operarios especializados con 40 años de trabajo dentro de Fontenla. Si bien nosotros somos una fábrica escuela, y quienes ingresan aprenden acá, muchos ya venían con conocimientos previos. Las áreas son: carpintería, silletería, tapicería, lustre, armado, retoque y logística. Y dentro de las áreas hay ebanistas, talladores, maquinistas, especialistas en el pegado de chapas, tupistas, armadores, silleteros, tapiceros, costureros, cortadores, lijadores, lustradores y fondistas, entre otros.
¿La idea de la escuela nació con el negocio o fue una estrategia de crecimiento?
Surgió de una necesidad: los oficios se van perdiendo. Nosotros pudimos sostener nuestra promesa de excelencia y la atención personalizada gracias a la formación de gente. Si ponés un aviso, viene muy poca gente o quizás quienes se presentan no tienen los conocimientos que el negocio necesita. Además es un orgullo poder darle esa herramienta a alguien que quizás no tiene escuela pero puede irse de acá con un oficio. Es sumamente interesante y productivo para la persona y para el país. Además, genera un sentido de pertenencia saber que te están pagano un sueldo además de enseñando a hacer algo. Tenemos chicos de 20 años hasta personas en edad de jubilarse. La edad no es excluyente: han entrado personas de edad mayor.
En un contexto tan hostil, incluso pre-pandemia, ¿cómo lograron sostener las responsabilidades que implica la empresa?
La pandemia sigue siendo una situación hostil para todos y esperamos que no empeore. Si sos empresario PyME, tenés la doble angustia de tener el peso, en nuestro caso, de más de 200 familias. La gente necesita que uno lo guíe. Y el empresario es como héroe sin capa que sostiene la producción de un país, pero no se lo cuida como merece. De hecho, es al que más se lo castiga: culturalmente es visto como el que se aprovecha, en lugar de como aquel que genera puestos de trabajo, arriesga e invierte. Yo tengo una formación muy creativa y sensible: me gusta mucho la psicología y todo lo humano, por eso me involucro desde ese lugar y pude aprender mucho en la empresa.
¿Cómo se dividen los roles a nivel familiar?
Si bien cada uno tiene un rol específico, como en toda empresa familiar todos hacemos un poco de todo. Yo manejo la parte financiera, recursos humanos y marketing, pero también me involucro con decisiones de venta y en menor medida con la parte industrial, que mi hermano y mi papá llevan adelante. Tenemos todos una participación mancomunada, tratamos de apoyarnos y potenciarnos.
Además de empresario, sos músico. ¿Elegiste ser parte de Fontenla, o lo aceptaste como mandato?
De adolescente sentía un rechazo absoluto por la fábrica. Entre mis 15 y 18 años, pasé los veranos trabajando acá. Empecé limpiando y pasé por distintas áreas de fabricación (lustre, tapicería, entregas). Yo quería pasar tiempo con mis amigos, pero tenía que trabajar: lo que tenía de positivo es que podía ahorrar y comprarme instrumentos musicales o salir. Esa independencia me gustaba. Después empecé a estudiar para periodista (me recibí en TEA) y músico, entonces trabajaba medio tiempo. Como periodista me ofrecían pasantías, pero no me servían para sostener mi independencia y seguir haciendo música, entonces prioricé trabajar en la empresa y seguir con mi banda. Después pasé al área administrativa, hice cadetería y cobranzas. Hasta que hubo un quiebre: mi hermano me propuso hacer el control de calidad para la entrega a un hotel. Dije que sí sin saber lo que me esperaba y fue un cambio abrupto por la responsabilidad: empecé a seguir toda la obra del hotel NH y fue un éxito. Después vino la obra del Sheraton de Retiro: mi papá me puso al frente y el Gerente de Compras lo felicitó por los resultados.
¿Cómo convive el Federico empresario con el músico?
Yo me dedico a la música por pasión, pero de manera profesional. La prioridad la tiene la empresa: todo el resto del tiempo se lo dedico a la música. La única manera de llevarlo adelante fue encontrar profesionales que se dedicaran a la música, que me representaran y me ayudaran a llevar el proyecto adelante: músicos, productores, técnicos y estudios de grabación. Hice dos discos y ahora estoy armando el tercero. Mis músicos han tocado con el FLACO SPINETTA, tocan con DANTE SPINETTA, PEDRO AZNAR, el INDIO SOLARI: están en el primer nivel de la música argentina y para mí es un orgullo que quieran tocar mis temas.
¿Te sentís la oveja negra de la familia?
Sí, siempre lo digo y hago el chiste del patito feo. Yo amo la industria, pero reconozco que no tengo facilidad. A diferencia de mi papá y mi hermano, si me das un martillo, probablemente me pegue en el dedo cuando quiera clavar un clavo. Para mí la palabra clave es creatividad, que se puede aplicar tanto para definir una canción como para resolver un problema laboral. Un emprendedor también tiene que ser creativo para comunicarse con su equipo y esto es algo que debería enseñársele a las generaciones actuales: que se encuentren frente a la hoja en blanco sin todo servido. Nosotros cuando éramos chicos no teníamos tele, YouTube, Netflix o Spotify. Si ibas a ver una película, tenías que verla hasta el final. Si comprabas un disco y después no te gustaba, no podías devolverlo. Para ver los dibujitos que me gustaban tenía que esperar hasta el sábado a la mañana. Hoy, si no te gusta un video, buscás otro: está buenísimo, pero también es peligroso.
¿Cuál sería la banda sonora de Fontenla y cuál la de Federico?
Si tuviera que elegir a un músico que represente a la empresa, sería PIAZZOLLA, porque es tradición y vanguardia. Hablaba de cambio, de búsqueda de sonidos actuales, de pérdida de prejuicios. También lo elijo porque logró tener un nivel internacional con identidad nacional: agarró algo bien argentino como el tango y lo llevó a un exponencial. Por otro lado, yo me siento muy representado por tres músicos que son los que más me influenciaron: LUIS ALBERTO SPINETTA, CHARLY GARCÍA y FITO PÁEZ. Siento que me ayudaron abrir la cabeza en la adolescencia, me alejaron de la educación maternal/paternal y me acompañaron a nivel emocional a mirar el mundo de manera desprejuiciada.
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“Nuestra fábrica tiene aproximadamente 9000 m2, pero tiene la particularidad de ser artesanal: por el tipo de producto que desarrollamos, es como si fuera una carpintería de barrio, pero llevada a gran escala”.
“La empatía es una herramienta indispensable. Cuando uno no condiciona al otro, tiene más probabilidades de aprender algo nuevo”.
CRÉDITOS
Imágenes cortesía de Fontenla