El guardián entre el centeno
Tuvo una infancia austera, pero rica en cultura, idiomas y formación estética. Su vida familiar transcurrió entre libros, fotografías, pinturas, música clásica y encuentros con los protagonistas de la escena artística local, tanto en su casa como en la galería de su padre, el notable fotógrafo SAMEER MAKARIUS. Su recorrido laboral es tan ecléctico como antológico: comenzó baldeando la Iglesia del Socorro, fabricó banderas publicitarias, importó máquinas de fax, creó accesorios caninos de exportación y fue Jefe de Gabinete en la Secretaría de Cultura, entre muchas otras cosas. Las fotos de su padre que lo retratan en cada edad son el complemento espontáneo y exacto para su narración. A pocos días de la inauguración de “La imagen generosa”, la muestra que puede visitarse en el Cabildo de Buenos Aires hasta el 11 de noviembre, conversamos con KARIM MAKARIUS, el verdadero y único guardián de la obra del gran street photographer egipcio.
PROTAGONISTA Karim Makarius PROTAGONISTA Karim Makarius
- Apellido egipcio, cara alemana, carácter argentino: hablemos de tus orígenes
Mi madre fue judía húngara; durante la guerra estuvo en campos de concentración. Mi abuela, Charlotte Bersh, era berlinesa de origen judío. Mi abuelo, Joan Makarius, era egipcio, de El Cairo. Se educó entre los años 30 y 40, en plena época de Hitler en Alemania. Como las cosas se estaban complicando, viajaron por tierra para llegar a Egipto, pero los agarró la guerra en Hungría y quedaron estancados ahí, porque mi abuelo murió de meningitis. Mi abuela y mi padre vivieron justo frente al gueto judío de Budapest, en un edificio en el que mi padre trabajaba como encargado. Ahí refugiaban judíos: les daban de comer y mi padre falsificaba documentos con otros amigos. La Gestapo lo había ido a buscar dos veces al edificio, pero como no lo encontraron, amenazaron a mi abuela diciéndole que si no se presentaba, la iban a llevar a ella. Al día siguiente mi padre se presentó y le leyeron todos los cargos en su contra. Mi padre había sido educado en Berlín, entonces le contestó al oficial nazi en perfecto alemán: “Todo esto que usted me está diciendo es mentira y quisiera saber quién me denunció y por qué“. El oficial se quedó absorto al escucharlo hablar en su idioma. Entonces, mi padre agregó: “Heil, Hitler”. El otro respondió lo mismo y le dió la mano.
PROTAGONISTA Karim Makarius
- Un acto desesperado de supervivencia. ¿En dónde conoció a tu mamá?
En Budapest. Mi padre participó de la “Escuela Europea” y conoció a mi madre durante las charlas y reuniones de intelectuales del grupo, pero como mucho se habrán visto cinco o seis veces, porque luego del episodio con las SS, mi padre y mi abuela se refugiaron en la embajada suiza, que junto con la sueca daban asilo a gente perseguida por el nazismo en Budapest. A raíz de eso fue que decidieron ir a Suiza. Ahí lo recibió MAX BILL, que refugiaba a muchos artistas y le presentó al fotógrafo WERNER BISCHOF, quien participaba en Magnum, el grupo de fotoperiodistas de guerra. Luego de esa estadía, mi padre viajó a París y por recomendación de BISCHOF fue a conocer a HENRI CARTIER BRESSON, pero quiso regresar a Egipto.
PROTAGONISTA Karim Makarius PROTAGONISTA Karim Makarius
- ¿Se reencontró con el resto de la familia?
En la familia de mi padre eran coptos, no eran musulmanes; manejaban un diario que era pro Rey, en ese momento FARUQ. Cuando NASSER lo destrona, pierden todo. Mientras tanto, entre el 47 y el 52, mi madre y mi padre continuaron su relación por carta, hasta un día que ella decidió tomarse un barco a ir a buscarlo para casarse. Ese año se casaron en Egipto y al siguiente se mudaron a París, en donde mi padre se dedicó a hacer textiles, a pintar y a sacar fotos. Luego se radicaron en la Argentina, pero como mi padre no conocía ni el idioma ni la ciudad, empezó a recorrerla con su cámara para documentar todo lo que veía. Así se contactó con grupos de artistas vanguardista, como ANFA (Artistas No Figurativos de Argentina), y empezó a hacerles fotos en sus talleres. Logró publicar dos libros: Buenos Aires y su gente (1960) y Buenos Aires, mi ciudad (1963). En el año 70 empezó a coleccionar cámaras fotográficas y se dedicó al comercio: puso una pequeña galería al fondo de su local, en la calle Florida 890, local 27, donde expusieron muchos amigos de él, entre ellos HORACIO COPPOLA. Sin embargo, la economía nunca lo favoreció: vivíamos en una casa alquilada, no teníamos auto ni televisión, y nuestra heladera SIAM había sido en canje por unas fotos que él le hizo la fábrica Di Tella.
PROTAGONISTA Karim Makarius
- ¿Vos lo vivías como una carencia, o no te dabas cuenta?
Yo sufrí mucho en mi adolescencia la falta de dinero en mi casa. Nunca había plata para nada: durante meses comíamos fideos sin tuco. Cuando terminé el secundario y mi padre me preguntó qué iba a hacer: le dije que iba a ganar plata para salir de la pobreza, porque estaba harto de vivir sin televisor, sin auto y sin poder viajar. Y me dediqué a actividades comerciales.
- ¿Por ejemplo?
Yo estudiaba música cuando MARIO VIDELA, profesor de flauta dulce, me convocó para hacer unos conciertos en la Iglesia del Socorro. Él sabía que no tenía un mango y me preguntó si me animaba a ir a la noche con algunos amigos para baldear la iglesia y dejarla en condiciones para los conciertos. Hicimos el trabajo. Cuando vi que el programa era una fotocopia, le propuse a MARIO hacer uno bien impreso y con avisos de empresas. Él dijo que era muy difícil, yo le pedí el 20% de lo que consiguiera. En un año empecé a manejar el 98% del presupuesto: me compré un auto y un departamento. Eso fue lo primero que hice, entre el 76 y el 83. Después quise volar solito: lo traje a ANTHONY QUEEN en el 92, llevé a los Abuelos de la Nada a Punta del Este, organicé conciertos de la Camerata Bariloche en toda la costa argentina. Después me puse a fabricar remeras y banderas publicitarias; crié perros e hice accesorios para mascotas que exporté a Dinamarca, Inglaterra, Estados Unidos y Singapur; importé máquinas de fax; llegué a cotizar repuestos de armas durante la Guerra de Malvinas. Hice muchas cosas, no le hice asco a nada.
PROTAGONISTA Karim Makarius PROTAGONISTA Karim Makarius
- A pesar de la portación de apellido, armaste tu propio patrimonio y exposición
Yo soy un provocador nato. De mis padres recibí educación: hablo cinco idiomas, que es muy importante, sobre todo cuando te manejás en el mundo. Y también tuve suerte en la vida: yo siempre digo que la plata no es todo. Conozco gente que tiene mucha plata, pero no la disfruta porque no le da la cabeza. Pero si tenés buenos contactos podés avanzar y hacer muchas cosas. Con respecto a mi padre, armé una pequeña empresa y puse en práctica lo que había aprendido de las actividades comerciales: manejé su obra como si fuera un producto para vender, como la Coca-Cola. Para eso tenía que hacer marketing, presentarlo y viajar como cuando vendía correas para perros o equipos de fax. El arte es lo mismo: un producto que hay que saber vender. Es muy difícil, porque una cosa es vender comida, que la necesita todo el mundo, y otra cosa es vender arte, que no lo necesita nadie. Pero me ha ido muy bien: cada foto de mi padre cotiza en varios miles de dólares y su obra está en los principales museos del mundo.
PROTAGONISTA Karim Makarius
- ¿Se llevaban bien?
Con mi padre tenía muy mala relación. A pesar de eso, salía a sacar fotos con él y lo acompañaba al negocio. De mi madre heredé el amor por la lectura y por la música clásica; de mi padre, la pasión por las artes plásticas y la fotografía. Y de ambos, el carácter. Soy una mezcla exacta de una persona muy diplomática, mi madre; y mi padre, que era diez veces más conflictivo que yo.
- ¿En qué idioma te criaron?
El primer idioma que hablé fue el húngaro. El segundo, alemán, en la escuela Rudolf Steiner. Luego aprendí castellano como tercer idioma y, por último, inglés. Pero en casa hablábamos húngaro: nunca pude convencer a mi padre para que me enseñara árabe.
- Otro idioma que manejás es el de las redes: ¡sos un influencer en TikTok!
En un mes llegué a tener 45.000 seguidores. Creo que un poco es porque me cago en todo, y eso llama la atención: en la Argentina está muy mal visto que vivís bien.
- ¿Vivís bien?
Seguramente tengo menos plata que vos en la cuenta de banco, pero hago lo que quiero. Antes de que comenzara la pandemia, cuando descubrieron mi cáncer en el Hospital Italiano, los médicos me dieron seis meses de vida: la oncóloga y el oncólogo que me diagnosticaron fallecieron. Y yo sigo vivo. Me angustié mucho, pero pensé: si me voy a morir, estoy entregado. Lo primero que hice fue sacar provecho. Me gusta pintar y escuchar música clásica, entonces me puse a hacer eso.
PROTAGONISTA Karim Makarius
“Me enteré de mi origen judío a los 15 años: en mi casa no se hablaba de la guerra ni de lo que había pasado en esos años. Eran un tema tabú, quedaron muy golpeados mis padres”.
“Mi padre hacía street photography: salía a la calle y sacaba fotos espontáneas. Ves varias fotos de la misma escena; son parecidas, pero no son iguales: porque la gente se mueve, porque pasa un auto o aparece una paloma”.
“La imagen generosa”: hasta el 11 de noviembre en el Cabildo de Buenos Aires
Traté de que la muestra transmitiera lo que aprendí en exposiciones del exterior: que muestra la vida e historia de la persona, el individuo a través del paso del tiempo. Por ejemplo, poca gente sabe que mi padre tenía una galería de arte o que coleccionaba cámaras de fotos. A partir del año 70 se dedicó a eso y a comprar antigüedades: venían BERNIE ECCLESTONE, el empresario de la Fórmula 1, y un agente del FBI que trabajaba en la embajada de Estados Unidos, a comprarle cámaras”.
CRÉDITOS Imágenes cortesía de Karim Makarius
www.instagram.com/espacio.makarius