Socios a tiempo completo
Además del notable repertorio de proyectos diseñados y dirigidos, María Victoria Besonías y Guillermo de Almeida construyeron la obra más importante de su carrera… una dupla con cimientos sólidos: compañeros en la vida, colegas en el trabajo y cómplices en el amor. Su íntima visión de la disciplina y su búsqueda permanente de la innovación, hacen de su identidad arquitectónica, un sello propio. Naturaleza Concreta, el libro recientemente publicado por Bisman Ediciones, cuenta su recorrido.

Se conocieron en la facultad. ¿Cómo decidieron que querían trabajar juntos?
Nos conocimos a través de una amiga común que también estudiaba arquitectura. Nos pusimos de novios, cursamos algunas materias juntos, compartíamos ideales y proyectos, de manera que casi al finalizar la carrera nos casamos. El trabajar juntos se presentó como un hecho sin discusión en el funcionamiento de esa “sociedad” recién formada y antes de recibirnos ya lo estábamos haciendo.
Hoy son un estudio de reconocimiento mundial, ¿pero cómo fueron los primeros pasos como emprendedores en el ámbito de la arquitectura?
Éramos dos jóvenes inconscientes: dejamos nuestros trabajos como asalariados y decidimos abrir un estudio en una pequeña oficina en Castelar, una ciudad del conurbano bonaerense muy próxima a Morón, que era en donde vivíamos. Por aquellos días el encargo más insignificante desataba nuestro entusiasmo y el interés por investigar sobre prácticas constructivas y materiales que desconocíamos como arquitectos recién egresados. Poco a poco fuimos recibiendo encargos de mayor envergadura que se nutrían de las experiencias de los trabajos que íbamos realizando, y especialmente de los conocimientos que adquiríamos como docentes de arquitectura. Curiosidad, pasión, dedicación y respeto por las necesidades de los comitentes, fueron desde el inicio (y aun lo siguen siendo) los motores que nos impulsan.
PROTAGONISTAS: María Victoria Besonías y Guillermo de Almeida
¿Cuál fue el proyecto más desafiante que tuvieron y por qué?
Sin duda la Casa Mar Azul. Fue la primera obra donde los comitentes éramos nosotros y temíamos que la falta de alguien que condicionara el proyecto resultara paralizante. Por otro lado, tanto las características ambientales y de paisaje del lugar que elegimos para construirla, como la particularidad de su uso como casa de veraneo, eran situaciones que nunca habíamos abordado. Sin embargo, como estábamos y estamos convencidos de que los desafíos son muy estimulantes, vivimos todo el proceso como una posibilidad de experimentar, tanto con temas funcionales, como con soluciones estético-constructivas.
¿Y el pedido más insólito?
Un encargo que nos llegó a través de nuestra página: replicar en Moscú la Casa Mar Azul, comprándonos el proyecto. Por supuesto nos negamos elegantemente con todas las explicaciones profesionales a nuestro alcance y les sugerimos hacer un proyecto acorde a sus necesidades particulares. Nunca tuvimos respuesta.
En febrero vimos el anuncio por el lanzamiento de Naturaleza Concreta. ¿De qué se trata el libro?
Fue un hermoso proyecto, hoy hecho realidad, que elaboramos durante todo el 2019 en conjunto con Bisman Ediciones. Pensábamos presentarlo en marzo, pero, por razones obvias, no fue posible. Se trata de mostrar, a través de una extensa selección de nuestras obras, con textos propios y de generosos críticos, la forma en que pensamos y hacemos arquitectura. Estamos muy contentos con el resultado final y también con todo el proceso, que fue echando luz sobre aspectos de nuestro trabajo de los que no éramos conscientes.
¿Cómo incidió el brutalismo en la identidad del estudio?
Se nos suele asociar con ese movimiento por la presencia del hormigón a la vista como material esencial de nuestras obras, sin saber que su uso no es una opción a evaluar en cada situación, sino que está condicionado por los comitentes. Esto viene sucediendo a partir de la difusión que la Casa Mar Azul tuvo en diferentes medios y a la aceptación de su propuesta estético-constructiva por varios propietarios de lotes de ese balneario que, al ir encargándonos sucesivas obras, hicieron que dicha difusión se replicara. Contestando sobre el tema de la identidad, somos conscientes de que distintos referentes se han ido entrelazando para hacer posible la arquitectura que hoy nos distingue. Sin duda LE CORBUSIER, exponente máximo del brutalismo, ha sido nuestro maestro desde los días de estudiantes, pero en el largo camino transitado también lo han sido todos aquellos arquitectos que piensan espacios a partir de tecnologías y materiales (considerando a la luz como primer “material” disponible) y que, por lo tanto, hacen obras donde la propuesta conceptual y su producción se encuentran íntimamente ligadas. Los ejemplos son muchos, en un recorte siempre arbitrario podemos nombrar a MIES VAN DER ROHE, TADAO ANDO, LINA BO BARDI, ÁLVARO SIZA, PETER ZUMTHOR, JULIAAN LAMPENS, AMANCIO WILLIAMS, EDUARDO SACRISTE, CLORINDO TESTA, RAFAEL IGLESIAS, SOLANO BENÍTEZ.
El hormigón es su material protagonista. ¿Por qué creen que es tan atemporal y, a la vez, siempre actual?
MIES en una oportunidad pronunció las siguientes palabras dirigidas a sus alumnos: “(…) cada material tiene sus características específicas, las cuales debemos conocer para poder usarlos, pero sepan que cada material es lo que queremos hacer con él”. De este sabio mensaje podemos deducir que todos los materiales son atemporales y que la contemporaneidad de una obra depende de la manipulación y combinación de materiales que decida el arquitecto.
Sus casas suelen estar en en contextos habitaciones descomprimidos (bosques en la costa, barrios cerrados, etc.). ¿Imaginan coordenadas más urbanas, densamente pobladas, para este tipo de construcciones?
Sin duda lo imaginamos y lo hemos dejado expresado en dos edificios de viviendas: el de Estados Unidos 4263 y el de Armenia 1933, construidos ambos en CABA. En los dos casos nos propusimos hacer una obra rica en espacialidad, de costo competitivo en el mercado inmobiliario, funcionalmente adaptable a cambios de necesidades en el corto y largo plazo y con un muy bajo mantenimiento en el tiempo. Ambos han resultado, según los inversores, un buen negocio, según los usuarios que hemos podido consultar, un buen lugar para vivir, y según los colegas, un buen edificio distinguido en diferentes publicaciones.
Es muy pronto para saber cómo será el mundo luego de la pandemia, pero es claro que la vida va a cambiar. ¿Qué lectura pueden hacer hoy de los modos de habitar a futuro?
Hace tiempo que venimos observando la existencia de dos posturas bien diferenciadas respecto del hacer en nuestra profesión. Una considera a la arquitectura como un bien de consumo para una sociedad cada vez más alienada, que necesita devorar imágenes que compiten en novedad y sofisticación, demandando enormes cifras de dinero para ejecutarse y un extraordinario consumo de energía para mantenerse. La otra, por el contrario, es la que considera a la arquitectura como un bien común (aun cuando sea de propiedad privada, ya que forma parte de un entorno que es de todos), que se piensa como ejemplo de acción y difusión de una postura que pone el eje en la preservación de los recursos disponibles (económicos, humanos, ambientales, culturales), y como posibilidad para el desarrollo de la vida individual y colectiva en armonía. Esperamos que después de atravesar esta pandemia quede claro que esta última postura es la que va a preservarnos de futuros males, hoy insospechados.
Imágenes cortesía de Federico Kulekdjian y Albano García